Tratamiento con bacteriófagos como una alternativa antimicrobiana potencial
Resumen
Los bacteriófagos (fagos) son las entidades vivientes que más abundan en el planeta y los enemigos naturales de las bacterias. El aislamiento del primer fago fue reportado por Felix d’Herelle y Edward Twort, quienes informaron paralelamente el hallazgo de entidades filtrables capaces de destruir a las bacterias.1,2 En 1917, Felix d’Herelle utilizó satisfactoriamente una preparación de fagos para tratar la disentería bacteriana en humanos.2
La comercialización exitosa de fagos terapéuticos para tratar infecciones bacterianas en humanos comenzó en la década del 40 del siglo pasado en Francia por d’Herelle y en los Estados Unidos por la compañía farmacéutica Eli Lilly. Siguiendo este éxito, varias compañías en los Estados Unidos, Alemania y Francia produjeron grandes cantidades de preparaciones de lisados de fagos.3,4 La terapia con fagos floreció en la antigua Unión Soviética (URSS) donde estos permanecieron como una terapia estándar del sistema de salud; aun cuando el uso de los antibióticos estaba en su esplendor en el oeste. En ese estado, las preparaciones de fagos se usaron en la terapia, profilaxis o el diagnóstico de infecciones bacterianas como disentería, diarreas, fiebre tifoidea, infecciones sépticas-purulentas relacionadas con quemaduras, inflamación de órganos y heridas.5
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